domingo, 10 de marzo de 2013

La biblioteca

Lo que primero le llamó la atención al entrar en la ciudad, fue la biblioteca enorme que vertebraba su cultura y tradición. Grandes paredes de piedra y suelos de mármol encerraban en su interior el secreto del conocimiento. Sin embargo, el acceso a dicha construcción estaba estrictamente restringido, pues una muralla de piedra la rodeaba, y todas las entradas estaban vigiladas por centinelas expertos.
El derecho del ciudadano común no le permitía acercarse a menos de medio kilómetro, y quién sabe cuántas personas sobrepasaban ese derecho. Las historias que todo habitante conocía relataban la cantidad inmensurable de libros que sus estanterías contenían. Cualquier información que a uno pudiera ocurrírsele, y gran parte de la que nadie llega a imaginar, estaba, supuestamente, recogida en aquellos libros secretos que no mucha gente había leído.
El turista pasó casi el día entero escudriñando, lo más cerca que pudo, aquella joya de la arquitectura, y del arte en general. Todos sus pensamientos giraban alrededor de aquellas leyes extrañas que prohibían a la gente aprender.
Pero, días después, cuando se despidió de la ciudad para regresar, se dio cuenta de que aquella historia ya la conocía. En algún lugar ya la había vivido. De hecho, llevaba viviéndola toda su vida de estudiante: mucha información, mucha información a la que nadie puede acceder.


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