domingo, 19 de enero de 2014

Un leñador engañado

- Si hubiese sabido quién había mandado talar aquel árbol no lo habría hecho. Si hubiese sabido qué querían hacer con la madera me habría negado. Mi hacha no está al servicio de intenciones de maldad, no quiero que lo esté. No me dijeron nada, simplemente me obligaron.
"Talé aquel árbol y preparé la madera para ellos, para ti. Cada vez que incrustaba el filo del hacha en el tronco me recompensaban con premios banales. Supongo que fue eso lo que me impidió pensar, lo que me empujó a continuar, sin poder deducir quiénes eran aquellos hombres... si puede llamárseles así. Siempre fui esclavo de la opinión de los demás y, sobre todo, fui preso del miedo.
"Pero hoy... hoy todo es diferente. Sigo teniendo miedo, por supuesto, pero ya no me domina. Hoy puedo gritar, ante ti y ante quien sea, que me arrepiento de lo que hice, que me enorgullezco de poder estar aquí y compartir con los afligidos el dolor de lo que hice.
El leñador calló y escuchó la sentencia llena de ironía que el emperador le impuso. Era un leñador que de haber sabido quién había dado las órdenes y, sobre todo, por qué habían sido dadas, no las habría cumplido. Extendió los brazos, no tardó en morir.


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