lunes, 22 de septiembre de 2014

El mago

Despertó temprano, como siempre. Abrió los ojos y se incorporó sobre la cama. La luz ya entraba por la ventana, anunciando un nuevo día, un nuevo día de trabajo. Se frotó los ojos y se levantó. Tenía que empezar a ensayar.
En una esquina, sobre una mesa pequeña, estaba la jaula con las palomas. Un poco más allá, en el perchero, el frac.
El mago, después de asearse, se puso el frac y comenzó a ensayar. Puso música, imaginó el escenario y el público y actuó para ellos. Aparecía con un bastón, que rápidamente se convertía en dos pañuelos blancos. Los pañuelos los aprovechaba para hacer aparecer la primera paloma.
Por una parte, aquel era el sueño de su vida. Estaba ahí para llegar a ser un gran mago, ¿quién sabe? quizás el mejor. Por otra parte... echaba de menos tantas cosas. Le resultaba duro estar tan lejos de su casa, de su familia.
Siguió ensayando. Aunque era duro, todo aquello merecía la pena. Hizo aparecer una segunda y tercera paloma, y luego ensayó una rutina de cartas.
Aquellos trucos, delante de un público, se convertirían en magia.



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